EN MEDIO DE LA CALLE

Una mirada, cobijada por la altura de un edificio de departamentos, que recorre, a través de una ventana, una ciudad (cualquier ciudad) es una imagen a la que el cine ha acostumbrado a sus espectadores. ¿Y qué pasa cuando la perspectiva no se establece a partir del gigantismo arquitectónico si no a ras del suelo? La apreciación de las cosas parece cambiar.
El efectismo del personaje marginal que se posa sobre una urbe que le resulta ajena o se empecina en rechazar su diferencia resulta, sin duda, poderosa, pero encierra una posible idealización: el outsider es, por fuerza, superior a los valores que la sociedad a la que enfrenta tiene por más caros. La calle, por contra, posee la capacidad de sumergir a los paseantes en la indiferenciación, al menos apreciativa, total. Cada paso que recorran los zapatos o los pies del caminante se encontrará con las peripecias o alegrías de otros seres humanos; con la miseria de unos y la riqueza de otros; con el compromiso militante y la veleidad pujante: cada historia personal es una aventura intensa por sus formas y momentos inciertos. Y, sin embargo, a la distancia, la multitud de individuos conforma un bloque, colorido o uniformado o percudido, que para las miradas que lo contemplan a lo lejos tiene la precisión de una máquina que, en cierto sentido, trabaja para nada. Y en medio de esa aglomeración se encuentran inmersos los "marginales" de una sociedad, fatalmente (para ellos), sin posibilidades de destacar.
Las palabras, los gestos, de quienes se proclaman contra el "sistema" (en realidad no uno si no muchísimas especies y variedades), por asentado, por aceptado y dado por hecho, representan la puesta en marcha (comprometida o cambiante) de un conjunto de elementos y perspectivas a los que se les reconoce un valor y una estima moral ajenas a las "debilidades" que la "sociedad enemiga" posee. Pero, precisamente en su sentido de culminación, en su ansia de comprenderse como obra terminada, habitan sus peligros: la inmovilidad de sus conclusiones los convierte en grupos de poder que cobrarán notoriedad culturalmente, delineando la "esencia" de su movimiento. De ahí que la imaginería rock, pop, militante, conservadora, de izquierda, de derecha, culta, popular, coincide y abreva de un principio básico para su operación: la afirmación de identidades, de esencialismos, de reafirmación del ser y el no-ser, categorías que es preciso desmantelar y ofrecer alternativas a ellas. La movilidad de la crítica y del establishment en realidad resulta mera apariencia: en el fondo, poco se ha desplazado y mucho se ha cimentado con fervor).

Comentarios

Tonat ha dicho que…
Chale mi hermano, lamento decepcionarte, ahora sí no entendi el punto.

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