Dejando de contar ovejas

No había una sola estrella en el cielo que Dios pegó sobre los techos de la aldea. Neb contaba los grillos del jardín, les conocía las voces a todos. Cinco. Había cinco grillos en el jardin y quizá tres o cuatro en el jardín de al lado.  
¿Por qué la gente cuando tiene insomnio se pone a contar ovejas? Las ovejas no saben cantar, sus voces son monótonas, estridentes, chocantes. Además, por lo general las ovejas duermen de noche. No tiene ningún sentido. Las ovejas no se pueden contar desde tan lejos. Los grillos sí. 
De pronto los grillos dejaron de cantar y se hizo el silencio. Era un silencio antinatural, daba mucho miedo. Neb se tapó hasta la cara con las cobijas y deseando con todas sus fuerzas quedarse dormido.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... contó con la esperanza de que el canto de los grillos volviera o de quedarse dormido, lo que sucediera primero. Entonces oyó cómo la ventana se abrió de golpe, un fuerte viento inundó la habitación y el frío se sintió aún debajo de las cobijas. El reflejo inmediato fue apretar los ojos y aguzar el oído; su imaginación, alimentada por la televisión y los libros, voló tan alto que hasta los extraterrestres y un inminente secuestro se volvieron una posibilidad, cuando de repente...

- Hey Neb, ¿desde cuándo duermes tan temprano?

La pantalla artesanal con la que Nubia había adornado el foco del techo se iluminó, coloreando las paredes de morado virtual. Neb sintió una punzada en el estómago, es cierto que traía el pijama empapado de sudores fríos y que su cuerpo no había salido del estado de alerta, pero, en el fondo, una creciente ilusión había comenzado a envenenarle la sangre. Imaginó por un instante que por fin, después de años de espera, algo mágico, vudú, ultratumba o extraterrestre estaba a punto de ocurrirle, pero como todas esas cosas fenomenales solo te ocurren cuando estás completamente solo, la posibilidad se había reducido a la nada con esta irrupción, violenta y enojosa, de una hermana inoportuna. 

En honor al talento de NGHV.