Esa famosa esquina



Doble par de pasos no sincronizados. No van de la mano. El uno soy yo, el otro un gran filósofo que aceptó mi compañia un día cualquiera de una semana cualquiera. Era tarde, aún no llovía. Ibamos por la calle Amsterdam a no sé qué altura después de no sé cuántas vueltas. La sofisticación no era parte de esa charla. En ella más bien abundaban cosas de la que llamamos vida.
Triquiñuelas y cerillas encendidas ocultaban el verdadero asunto.
Él está enamorado, y yo, yo más bien apesadumbrado, cansado, triste y decepcionado de esta vida loca, loca, loca de la que, por más que piensas, nada más no entiendes nada.
Él me mencionaba frases, de fácil a difícil, de la más simple a la más sesuda, pero siempre entre frase y frase un poema de Neruda.
Y yo le hablaba de ti, de lo mucho que te extraño, de lo poco que te di.
Se quedó pensando un rato, decidí guardar silencio. Segundos después y con mirada de ¡Eureka! me tomó del hombro y dijo, Tienes que conocer esa esquina.

Con la ceja levantada lo seguí en automático grabando unas cuantas cosas de todas las que decía;

Uy, vaya que es conocida.
Que es difícil encontrarla y muy fácil confundirla.
Que la gente se cae, los niños se pierden, los perros enloquecen o simplemente desaparecen.

Y sin querer me cai. Y queriendo me levantó con esa gran sonrisa suya y pensando en una fábula que no dudó en relatar.
Adentrados en la narración, el camino caprichoso, ese mismo que me vio (y me sintió) caer, indicó que era el momento, que teniamos que decidir el rumbo, Y dale que vamos pa'lla que si seguimos de frente nunca vamos a llegar.
Curioso lugar se encontraba ahi, uno de esos de consumir. Gente joven y bella disfrutando de alimentos y diversas compañias.

Quién iba a imaginar que yo, tan ingenuo y tan nostálgico, me encontraría con tu rostro en medio de un masticar(que más parecia una sonrisa) justo al doblar a la izquierda, en esa famosa esquina.

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